Los riesgos relacionados con el aborto aumentan por el posterior abuso de alcohol y drogas
Casi
un 10% de la incidencia de los problemas mentales es atribuible al
aborto, según un macro estudio publicado en el British Journal of
Psychiatry en el que participaron casi 900.000 mujeres, de las cuales
cerca de 164.000 habían abortado
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Hace unos meses, la revista de psiquiatría British Journal of Psychiatry publicó el macro estudio ‘El
aborto y la salud mental: la síntesis y el análisis cuantitativo de la
investigación publicada 1995-2009’, cuyas conclusiones venían a
constatar que “Las mujeres que se habían sometido a un aborto experimentaron un 81% más de riesgo de problemas de salud mental”.
El estudio subraya que “casi un 10% de la incidencia de los problemas de salud mental se demostró que es atribuible al aborto”
y que “el subgrupo más destacado de estimaciones de riesgo se produjo
cuando el aborto se comparó con el embarazo a término y cuando los
resultados se referían al uso y abuso de sustancias y el comportamiento
suicida”.
Esta
revisión de todo lo publicado sobre este controvertido tema entre 1995 y
2009 ofrece “la mayor estimación cuantitativa de riesgos ambientales
para la salud asociados con el aborto disponible en la literatura
mundial” y “pone en tela de juicio las conclusiones de los exámenes tradicionales”, que avalan las supuestas ventajas de las prácticas abortistas.
Cabe significar la importancia de este estudio, realizado por Priscilla K. Coleman, profesora del Human Development and Family Studies
en Ohio (Estados Unidos), ya que se basa en datos provenientes de 22
estudios, 36 medidas de efecto y 877.181 participantes, de las cuales
163.381 habían experimentado un aborto.
En
sus conclusiones finales, la autora del informe, que se puede consultar
en su versión original en inglés en el documento adjunto, asegura que,
“en consonancia con los principios basados en la evidencia de la
medicina, esta información debe ser entregada a los servicios del
aborto”.
Conclusiones problemáticas
Al
inicio del estudio, Coleman hace una referencia a que, a pesar de la
legalización federal del aborto en los Estados Unidos en 1973, “el
derecho de la mujer a elegir el aborto ha sido acaloradamente debatido”
políticamente en todo el país.
Al
mismo tiempo, “ha habido un considerable debate entre los académicos
sobre la medida en que el aborto plantea graves riesgos para la salud
mental para las mujeres”, asegura.
Tanto
es así que, durante las últimas décadas, cientos de estudios publicados
“indican una asociación estadísticamente significativa entre el aborto
inducido y los resultados adversos psicológicos de diversos formas”.
Sin embargo, añade, “los autores de las tres revisiones bibliográficas cualitativas más recientes
llegaron a la conclusión de que el aborto no plantea graves riesgos
superiores a los asociados con el embarazo no deseado llevado a
termino”.
Pero, a continuación, Coleman destaca que “esta conclusión es problemática por varias razones”.
Entre otras cuestiones, la realidad muestra que “al menos la mitad de
todos los embarazos en los Estados Unidos son clasificados como no
deseados, y entre los adolescentes y las mujeres mayores de 40 años el
porcentaje es superior al 75%”.
Otra
crítica que hace la autora del estudio a esas tres revisiones
bibliográficas es que “no se intentó la cuantificación de los efectos
por cualquiera de los tres equipos de investigación”, aunque “dada la
extensa literatura sobre el aborto y la salud mental, no hay
justificación razonable para no cuantificar los efectos”.
También
insiste en que “la investigación contemporánea sobre el aborto y la
salud mental ha abordado una serie de deficiencias del anterior trabajo”
y “ha hecho mayor hincapié en la incorporación de muestras
representativas a nivel nacional, los diseños posibles, controles de
antecedentes psiquiátricos previos y evaluaciones exhaustivas de las
medidas de resultados de salud mentales en algunos casos reales
incluidos los registros médicos”.
En
cualquier caso, lo importante es que con el nuevo estudio “estas
estadísticas reflejan la incidencia de una enfermedad en la muestra
expuesta (por ejemplo, mujeres que se han sometido a un aborto) que es
consecuencia directa de la exposición (el procedimiento de aborto)”.
Por todo ello, los resultados del informe “proporcionan índices fácilmente interpretables de las consecuencias
para la salud mental de aborto y ofrecen una nueva claridad al debate
académico y para los médicos que buscan información para guiar la
práctica efectiva”.
Indicadores preocupantes
Algunos
de los preocupantes datos que muestra el estudio se pueden observar en
la tabla adjunta a esta información, reproducida directamente a partir
del estudio original, y que hacen referencia a los porcentajes de riesgo
atribuible a diversos factores que se dan en casos de mujeres que han
pasado por un aborto inducido. Ansiedad (8,1%), depresión (8,5%),
consumo de alcohol (10,7%), uso de la marihuana (26,5%) o suicidio
(34,9%) están entre esos factores.
Coleman
recuerda que “el hallazgo de que el aborto se asocia con un riesgo
significativamente mayor de problemas de salud mental en comparación con
llevar un embarazo a término es consistente con la literatura que
demuestra los efectos protectores del embarazo”, con datos “entregados
en relación con determinados resultados de salud mental”.
A tener en cuenta en investigaciones futuras
La investigadora también considera que “los estudios futuros deben explorar posibles mecanismos de procesos que vinculan el aborto con el abuso de sustancias y la conducta suicida, ya que los efectos más fuertes se detectaron para estas variables”.
Y
añade: “por ejemplo, el abuso de sustancias y la conducta suicida puede
ser resultado de los esfuerzos por bloquear o evitar el dolor
psicológico asociado con el procedimiento de aborto y puede ser
interpretado como el remedio más rápido, más fácil para el sufrimiento
personal, de buscar ayuda profesional”, que “para las mujeres podría
resultar particularmente difícil si experimentan vergüenza o culpa
asociada con el aborto”.
“Los
resultados de esta revisión sistemática y cuantitativa arrojan serias
dudas sobre las conclusiones derivadas de las revisiones tradicionales
publicadas recientemente” y “sugieren que de hecho hay algunos riesgos
reales asociados con el aborto que deben ser compartidos con las
mujeres, y que se les aconseja antes de una decisión sobre el aborto”,
advierte.
Coleman
sugiere también que “las organizaciones profesionales se enfrentan al
reto de desarrollar protocolos eficientes para informar a los
profesionales y para agilizar la difusión de información al público”.
La
experta concluye este apartado con estas palabras: “es alentador
observar que los estudios metodológicamente sofisticados sobre el tema
del aborto y la salud mental se publican a un ritmo significativamente
más alto que nunca. Investigadores de todo el mundo están tratando de
comprender la experiencia del aborto provocado de forma más plena y
están cada vez más dispuestos a tomar parte en un tema que ha estado
envuelto en controversias políticas y no ha recibido la atención de los
estudiosos que se merece”.
En ese sentido, hace referencia a un estudio basado en la Encuesta Nacional
de Epidemiología Psiquiátrica, de 2010, que mostraba “asociaciones
estadísticamente significativas entre la historia del aborto y una
amplia gama de problemas de salud mental después de controlar la
experiencia de la violencia interpersonal y las variables demográficas”.
Las
conclusiones de aquel estudio señalaban que “las mujeres con un aborto
previo experimentaron un riesgo 61% mayor de trastornos del estado de
ánimo. El aborto está relacionado
además con un riesgo 61% mayor de fobia social, y el aumento del riesgo
de ideas suicidas en un 59%. En el campo del abuso de sustancias, los
riesgos relacionados con el aborto aumentaron por el mal uso del
alcohol, el alcoholismo, el uso indebido de drogas, la drogodependencia y
cualquier trastorno por consumo de sustancias” en un “261%, 142%, 313%,
287% y 280%, respectivamente”.
Los riegos, una realidad que emerge
Coleman
concluye su estudio con unas “observaciones finales” que recuerdan que
“esta revisión se realizó con el fin de producir un análisis imparcial y
cuantitativo de la mejor evidencia disponible para abordar el aborto
como un factor de riesgo, entre otros muchos factores que pueden
aumentar la probabilidad de problemas de salud mental”.
También certifican que “el aborto es un factor de riesgo estadísticamente validado para el desarrollo de diversos trastornos psicológicos”.
Por
último, “aunque la respuesta a la pregunta causal no es fácil de
discernir sobre la base de los datos disponibles, ya que los estudios
prospectivos con más numerosos controles están siendo publicados, la
evidencia indirecta de una conexión causal está empezando a emerger”.
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