Dos
títulos tiene San Simón Stock que le hacen acreedor a nuestra especial atención.
El fue, a mediados del siglo XIII, el principal artífice de la presente
estructura de la Orden del Carmen, antes puramente eremítica y después
asociada a las religiones mendicantes consagradas al apostolado. El es, sobre
todo, quien recibíó de la Santísima Virgen el santo escapulario.
Nació
en Inglaterra.
Desde
mediados del siglo XIV las fuentes le aplican el sobrenombre "Stock",
con el cual relacionan el singular género de vida que habría observado antes
de entrar en el Carmelo. Dice así la redacción larga del Santoral: "Antes
de la llegada de los carmelitas a Inglaterra los esperó con espíritu profético,
llevando vida solitaria en el tronco de un árbol: de ahí el nombre de Simón
Stock con que es llamado". Esta sobria noticia supone todo un poema de
ascetismo, que los biógrafos posteriores intentaron poner de relieve con
piadosas amplificaciones.
Pero
hay un documento que nos invita más bien a contar a San Simón entre los
cruzados y peregrinos que por aquellos tiempos tomaron el hábito en el mismo
Carmelo, atraídos por la vida de oración que llevaban los solitarios del santo
monte, "como abejas del Señor en las colmenas de sus celdas fabricando
miel de dulzura espiritual", según hermosa frase de Jaime de Vitry (†
1240). En efecto, el dominico Gerardo de Fracheto, contemporáneo de nuestro
Santo, después de contar una aparición del Beato Jordano de Sajonia a un
religioso carmelita, acaecida en 1237, nota: "Esto lo contaron a nuestros
religiosos el mismo que tuvo la visión y el prior de la misma Orden, el hermano
Simón, varón pío y veraz". Con esta noticia concordaría el Viridarium de Juan Grossi, que extiende el generalato de San Simón
del 1200 al 1250. Por ahora no estamos en grado ni de escoger entre las dos
versiones ni de concordarlas razonablemente.
Con
el agravarse de la situación de los cristianos en Palestina después de la
tregua pactada por Federico II con el sultán de Egipto (1229), los ermitaños
carmelitas se encontraron frente al urgente dilema de, o bien exponerse a la
extinción en una tierra que iba quedando a merced de los mahometanos, o bien
probar la aventura de un traslado a Europa. Algunos, los más perfectos"
(dice Grossi), tenían miedo a tal aventura por el peligro que encerraba de una
alteración del propio espíritu; pero graves razones aducidas hicieron
prevalecer la opinión contraria, que fue reforzada con una aparición de la
Santísima Virgen (Guillermo de Sanvico). Así en 1238 empezó con carácter
sistemático la emigración de numerosos carmelitas a los diversos países de
Europa.
A
Inglaterra se dirigieron dos expediciones, patrocinadas, respectivamente, por
los barones Guillermo Vescy y Ricardo Grey y presididas por los venerables
religiosos Radulfo Fresburri, e Ivo el Bretón, dando como primer resultado el
establecimiento de dos conventos eremíticos, el primero en Hulne, cerca de
Alnwic, y el segundo en Aylesford, en el condado de Kent. Esto sucedía entre
1241 y 1242. Fue entonces (según la primera versión antes mencionada) cuando
Simón Stock, aureolado ya con la fama de eximia santidad, "dejó la vida
solitaria y entró con gran devoción en la Orden de los carmelitas, que desde
hacía mucho tiempo esperaba ilustrado por divina inspiración".
Ahora
iba a ofrecerse a nuestro Santo un campo muy vasto en donde manifestar los dones
recibidos de Dios. En 1245 se celebraba, precisamente en Aylesford, un Capítulo
general, el primero reunido en Europa, y en él Simón Stock era llamado
"milagrosamente" al oficio de prior general, oficio que sólo entonces
adquiría pleno sentido, pues antes el prior del monte Carmelo era la suprema
autoridad.
La
Orden sufría en toda su gravedad las consecuencias del traslado a Europa. En el
nuevo ambiente no encontraba la amorosa acogida que seguramente habían esperado
y que tan necesaria era para empezar a echar raíces. Por otra parte, la
experiencia demostraba que no era fácil conservar el tenor de vida contemplado
en la Regla de San Alberto y con ardiente amor abrazado por los venerables
moradores del Carmelo. Simón Stock afrontó heroicamente ambas dificultades.
Respecto a la primera, se esforzó por acrecentar la estima hacia la Orden con
repetidos recursos al papa Inocencio IV y también a los próceres seculares. De
hecho desde 1247,a 1252 consiguió del papa Inocencio IV tres preciosas cartas
de recomendación que debieron contribuir no poco a la consolidación de la
Orden, y en diciembre de 1252 otra del rey de Inglaterra Enrique III. En orden a
la segunda dificultad impetró del mismo Inocencio IV una audaz reforma de la
Regla que permitiera vivir a los carmelitas en las ciudades y participar en el
servicio de las almas. Pero esta reforma suscitó en el seno de la Orden un
hondo descontento que venía a agravar todavía más la situación tan
comprometida por la hostilidad exterior. De este descontento tenemos la prueba
en una amarga requisitoria que compuso el sucesor de nuestro Santo, Nicolás el
Francés, y en las frecuentes deserciones de religiosos, que buscaban en otras
Ordenes mayor garantía de salvación. En este momento histórico tuvo lugar el
episodio culminante de la vida de San Simón Stock, la visión del santo
escapulario, testificada por el antiguo Santoral y parcialmente corroborada por
la Crónica de Guillermo de Sanvico. La relación más antigua está concebida
en estos términos: .
"San
Simón... suplicaba constantemente a la gloriosísima Madre de Dios que diera
alguna muestra de su protección a la Orden de los carmelitas, pues goza en
grado singular del titulo de la misma Virgen, diciendo con toda devoción: Flor
del Carmelo, vid florida, esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular; oh
Madre dulce, de varón no conocida, a los carmelitas da privilegios, estrella
del mar. Se le apareció la bienaventurada Virgen, acompañada de una multitud
de ángeles, llevando en sus benditas manos el escapulario de la Orden y
diciendo estas palabras: "Este será el privilegio para ti y para todos los
carmelitas, que quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el
que con él muriere se salvará".
Tal
fue la gran promesa, que originariamente era una exhortación a la perseverancia
dirigida a los descorazonados carmelitas, pero pronto fue acogida en toda la
Iglesia como una de las manifestaciones supremas de la maternidad universal de
María.
Lo
restante de la vida de San Simón se confunde con la historia de la Orden del
Carmen, historia de fundaciones y de gracias pontificias, índice de la casi
definitiva consolidación en Europa, la grande obra que Dios le reservara.
Después
de veinte años de gobierno (según un códice de Bamberga muy autorizado), por
tanto, en 1265, murió en el convento de Burdeos el día 16 de mayo (o de marzo
según algunos códices).
La
fama de santidad que le había acompañado en vida se acrecentó después de la
muerte. En los documentos su nombre nunca aparece sin el dictado de santo, y
repetidamente se recuerda el don de hacer milagros. Su culto desde antiguo fue
muy ferviente en Burdeos, donde se veneraban y se veneran aún sus reliquias.
Una circunstancia providencial impidió que fuesen profanadas en tiempo de la
Revolución Francesa. Su veneranda cabeza fue solemnemente trasladada el año
1951 al convento de Aylesford, recientemente recuperado, y allí es hoy meta de
frecuentes peregrinaciones.
BARTOLOMÉ
M. XIBERTA, O. C.
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