lunes, 21 de mayo de 2012

Entre la gracia de vivir y la muerte de abortar

 
 Beatriz Montes Ferrer
Lunes, 21 de mayo de 2012
Escuchaba el otro día el relato de una mujer destrozada por lo que ya hace muchos años atrás, había realizado, pero de lo que aún no había sido capaz de perdonarse. Algo que hoy en día ya nos puede sonar como muy normal en algunos ambientes, “abortar”.

Sí, eso tan sencillo como ir a una clínica abortiva donde unos especialistas muy simpáticos, van ayudar a la paciente a deshacerse de eso que tanta carga supone o podría llegar a serlo. Y eso no es más que otro ser humano, vivo, al que se le priva del gozo de vivir, al que se le ha decidido dar muerte por no entrar en los tan minúsculos y triviales planes de su madre, que no encuentra tiempo, fuerzas, espacio o dinero suficientes para dejarle vivir.
Esta señora, a pesar del ya tiempo transcurrido, y de que tras esa horrible experiencia que vivió tiene dos hijos actualmente, relataba, entre lágimas, como su vida se quedó totalmente marcada para siempre desde ese instante en que la muerte penetró en su vientre. Desde entonces jamás había vuelto a sentir placer en las relaciones sexuales con su marido.
Por aquel entonces no creía en Dios, menos, por supuesto, en la Iglesia, se consideraba atea. Sin embargo ante la profunda desesperación interior, la inmensa pena y tristeza que le iban matando por dentro, la hicieron acercarse a Ese que es Dios de vivos y muertos y que todo lo perdona. Se acercó al Sacramento de la reconciliación,  y se siente perdonada por Él, pero todavía camina en este sendero difícil sin poder hallar el perdón así misma que tanto anhela.
Esta misma semana, me encontré por la calle a una chica, con unos 25 años, perteneciente al Camino Neocatecumental, que hace poco más de un año había marchado con su marido y 4 hijos pequeñitos, de familia en misión, a la tan lejana China. Fue un encuentro fugaz, se acercaba caminando apresuradamente hacia donde yo estaba, con sus hijos  y con la siempre radiante sonrisa en su rostro que tanto la caracteriza. Se la veía cansada, pero feliz.
Apenas nos paramos a hablar, pues la esperaban cerca, pero lo suficiente para abrir un rayo de luz y de esperanza a mi pequeño mundo.
En china muy bien no le van las cosas, irse de itinerante allí es una gracia que Dios regala. La Iglesia católica, la verdadera: obediente y fiel a Roma, está muy perseguida, se cometen muchas injusticias contra los cristianos, que son discriminados e incluso, encarcelados.
Ella había venido para España porque en unas tres semanas daría a luz de su 5º hijo. Al preguntarle como estaba, me dijo que en cuanto diera a luz, el niño moriría porque viene diagnosticado con una enfermedad mortal. «Reza mucho por mí», me dijo sin apartar la sonrisa de sus labios.
Su hijo, al que ahora sentirá dándole pataditas en su interior, ya totalmente formado, y al que ama, morirá en cuanto nazca, lo enterrarán y ella con sus otros hijos marchará de nuevo a China donde le espera su marido. Irse allí por amor a esa gente, que ni siquiera conocen, dejando atrás familiares, comodidades, seguridades… eso es fruto de la valentía y fortaleza que regala el Espíritu Santo. Pero estar abierto a la voluntad de Dios, para lo bueno, y también para lo que a nosotros, criaturas suyas, nos parece malo, aceptar que pase todo un embarazo donde tu hijo crece poco a poco, hasta que llegue la plenitud de su vida en el momento mismo de nacer, para dormir en los brazos de su madre en los que no despertará, sino que será en los de María, Madre de Dios y nuestra, quien le mecerá y cuidará eternamente…. Eso si que es tener la valentía y fortaleza del Espíritu Santo.
El aborto, ¿una opción?, en el caso de esta chica, ni un solo poro de su ser se lo habrá planteado, ¿es una opción matar a mi hijo?, hijo que antes que mío es de Dios, por qué  viene con una enfermedad, acaso los enfermemos ¿no son Hijos de Dios, no los ama con locura?. Una opción es condenarte toda tu vida a vivir interiormente muerta por el egoísmo que te puede llevar a abortar, pero otra opción es elegir la voluntad de Dios que tan sólo quiere tu felicidad, y esto, mi amiga, con su gran sufrimiento por perder un hijo que le debe de pesar en el corazón, conoce de sobra, que Dios no la abandona, que ahí también está la abundancia de su amor y que nadie que no lo haya experimentado, puede saber que esa felicidad es cierta y verdadera. Que te llena de gozo el interior y se desborda, regando a tu paso con hilitos de alegría un caminito  que se va marcando de flores y perfume del Amor de Dios y hacia el que todo el que pasa por su lado, no puede evitar pararse a contemplar con asombro.
Las personas, matrimonios y familias enteras que, como ella, se dejan llevar por la voluntad de Dios, son un valioso y precioso testimonio de Cristo Resucitado, poderoso sobre la muerte.
Desde aquí mi oración por todos los itinerantes y familias en misión que, a pesar de las muchísimas precariedades y dificultades diarias, siguen firmes en la fe, felices y dichosas porque saben que su recompensa será grande en el cielo.

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