El 9 de Mayo, día que recuerdan a las víctimas del terrorismo en Italia, ha tenido lugar un acto en la Plaza del Coliseo de Roma, en el que se apagaron las luces que cada noche resplandecen, símbolo que pretendía llamar la atención de los ciudadanos ante la discriminación y persecución que tantos cristianos en el mundo viven por sus creencias. Se realizó una marcha de solidaridad en la que participaron, entre muchas personas concienciadas, diversas autoridades eclesiales y civiles. El Papa Benedicto XVI, animaba a unirnos todos en oración y a no dejarnos arrastrar por la indiferencia ante esta cruda realidad, ante la que tendemos a mirar hacia otro lado, hacia nuestros problemas que consideramos, a veces, más importantes.
En la catequesis que dirigió a los fieles en este mismo día, quiso resaltar el último episodio que, en Hechos de los Apóstoles, narra el encarcelamiento que padeció San Pedro por orden de Herodes Agripa y la intervención prodigiosa del Ángel del Señor que supuso su liberación.
La historia una vez más está marcada por la oración de la Iglesia. San Lucas, en efecto, escribe: ” Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él” (Hechos 12,5). Y, después de haber salido milagrosamente de la cárcel, con motivo de su visita a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, afirma que “un grupo numeroso se hallaba allí reunido en oración” (Hechos 12:12).
La fuerza de la oración incesante de la Iglesia se eleva a Dios y el Señor escucha y cumple una inesperada liberación, mediante el envío de su Ángel
Pero el ángel recuerda no sólo la liberación de Israel de Egipto, sino también la Resurrección de Cristo. La luz que llena la habitación de la cárcel, el acto mismo de despertar el Apóstol, recuerdan la luz liberadora de la Pascua del Señor que vence a las tinieblas de la noche y el mal.
Benedicto XVI, y la Iglesia en general,
desean que llegue el día en que se pueda experimentar por todos los
rincones de la tierra la paz que irradia del respeto hacia el otro, esto
es, sus creencias religiosas, la plena libertad de religión.
Mucha es la sangre inocente que se derrama por la violencia sin escrúpulos de grupos de extremistas religiosos.
Personas cuyo objetivo en la vida ya lo tienen inculcado desde pequeños
en sus familias y entorno social: erradicar la religión cristiana, para
unos símbolo de Occidente, su peor enemigo, para otros, la presencia de
una amenaza a su propia religión, tierra y cultura.
Yo, a veces, en el silencio de mi interior, en medio del incesante ruido del que diariamente estoy rodeada, oigo voces que gritan hacia el cielo, son gritos en medio de un desierto donde parece que nadie les escucha. Son madres llorando a sus hijos muertos, ancianos maltratados, jóvenes violadas, hombres y mujeres encarcelados y asesinados. Son personas con la misma dignidad humana que la pueda tener yo, pero su sufrimiento traspasa los horizontes del dolor.
Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas… hasta la última gota de sangre que se desprende de la piel desgarrada de estos hermanos nuestros, lleva impresa el amor tan fuerte que sienten hacia Dios, hasta dar su vida por Él.
¿Qué sabremos nosotros de lo que supone ir a la Iglesia a celebrar la Eucaristía sabiendo que puede ser la última en este mundo?… un coche bomba hará estallar por los aires todo lo que dentro de ella se encuentre. Y aún así, su fe les mantiene unidos, en oración, su fe les sostiene.
Es cierto que viven con miedo, mucho miedo, ser cristiano en Oriente Medio, en Asia, y en algunos lugares de América latina, supone conocer muy de cerca lo que es llevar la cruz, el sufrimiento de las burlas, los secuestros, de ver cómo incendian sus casas, colegios, Iglesias… experimentan con sus propias vidas ese profundo dolor que les rasga el corazón. Sin embargo nos dan un magistral ejemplo de valentía, de esperanza en medio de tantas dificultades, son un testimonio permanente, saben agarrase a esa tan pesada cruz para levantarse una y otra vez cuando caen derrotados en el camino polvoriento que les conduce a la Vida Eterna en Cristo.
¿Hay alguien que se acuerde de nosotros? ¿escuchan nuestros lamentos desesperados? se preguntan incesantemente.
Las autoridades civiles de estos países, manejados muchos por grupos extremistas hindúes o islámicos, hacen la vista gorda, son indiferentes ante las injusticias que diariamente allí se producen. Impasibles ven como golpean y hieren, incluso asesinan a cristianos por, tantas veces, el simple hecho de rezar.
Y ¿qué podemos hacer nosotros por ellos desde aquí, tan lejos? No olvidarlos, mirar más allá de nuestro pequeño mundo que tenemos alrededor y Rezar por esa Iglesia sufriente. Hacerlo diariamente y con fervor.
Desde Irán, Egipto, Pakistán, Cuba, Sudán o China, entre otros, se
alzan las voces de los cristianos oprimidos por su fe y cuyas lágrimas
son enjugadas por Cristo. Desde muchos campos de concentración, donde
viven peor que los animales, unámonos a su sufrimiento y a sus
oraciones.Yo, a veces, en el silencio de mi interior, en medio del incesante ruido del que diariamente estoy rodeada, oigo voces que gritan hacia el cielo, son gritos en medio de un desierto donde parece que nadie les escucha. Son madres llorando a sus hijos muertos, ancianos maltratados, jóvenes violadas, hombres y mujeres encarcelados y asesinados. Son personas con la misma dignidad humana que la pueda tener yo, pero su sufrimiento traspasa los horizontes del dolor.
Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas… hasta la última gota de sangre que se desprende de la piel desgarrada de estos hermanos nuestros, lleva impresa el amor tan fuerte que sienten hacia Dios, hasta dar su vida por Él.
¿Qué sabremos nosotros de lo que supone ir a la Iglesia a celebrar la Eucaristía sabiendo que puede ser la última en este mundo?… un coche bomba hará estallar por los aires todo lo que dentro de ella se encuentre. Y aún así, su fe les mantiene unidos, en oración, su fe les sostiene.
Es cierto que viven con miedo, mucho miedo, ser cristiano en Oriente Medio, en Asia, y en algunos lugares de América latina, supone conocer muy de cerca lo que es llevar la cruz, el sufrimiento de las burlas, los secuestros, de ver cómo incendian sus casas, colegios, Iglesias… experimentan con sus propias vidas ese profundo dolor que les rasga el corazón. Sin embargo nos dan un magistral ejemplo de valentía, de esperanza en medio de tantas dificultades, son un testimonio permanente, saben agarrase a esa tan pesada cruz para levantarse una y otra vez cuando caen derrotados en el camino polvoriento que les conduce a la Vida Eterna en Cristo.
¿Hay alguien que se acuerde de nosotros? ¿escuchan nuestros lamentos desesperados? se preguntan incesantemente.
Las autoridades civiles de estos países, manejados muchos por grupos extremistas hindúes o islámicos, hacen la vista gorda, son indiferentes ante las injusticias que diariamente allí se producen. Impasibles ven como golpean y hieren, incluso asesinan a cristianos por, tantas veces, el simple hecho de rezar.
Y ¿qué podemos hacer nosotros por ellos desde aquí, tan lejos? No olvidarlos, mirar más allá de nuestro pequeño mundo que tenemos alrededor y Rezar por esa Iglesia sufriente. Hacerlo diariamente y con fervor.
Quisiera hacer mención de un libro que la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada
ha publicado, se trata de un informe donde se expone la realidad de los
últimos años que se vive en países donde cada vez más operan los
movimientos extremistas hindúes, islamistas o gobiernos inspirados en el
pensamiento socialista.
¿Perseguidos y olvidados? es un libro que pretende mostrar con exactitud los datos de la catástrofe que con los años va aumentando, pues sostienen sus editores, que los informes ofrecidos por los medios de comunicación no expresen la crueldad real de los acontecimientos. Es por ello que algunos informes hagan que su lectura pueda herir sensibilidades, estando desaconsejado para las personas especialmente impresionables y para niños.
Se puede adquirir para su compra en la página de la fundación AIN, cuyos donativos irán destinados para proyectos dirigidos a la Iglesia perseguida y necesitada.
¿Perseguidos y olvidados? es un libro que pretende mostrar con exactitud los datos de la catástrofe que con los años va aumentando, pues sostienen sus editores, que los informes ofrecidos por los medios de comunicación no expresen la crueldad real de los acontecimientos. Es por ello que algunos informes hagan que su lectura pueda herir sensibilidades, estando desaconsejado para las personas especialmente impresionables y para niños.
Se puede adquirir para su compra en la página de la fundación AIN, cuyos donativos irán destinados para proyectos dirigidos a la Iglesia perseguida y necesitada.
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