En este mundo, marcado por el egoísmo y la codicia, la
luz de Dios se opaca por las preocupaciones de la vida cotidiana. Por eso el
Papa Francisco invita a los fieles a no olvidar que el Bautismo que recibimos
es un don que nos ha hecho testigos suyos. Francisco pide a la Virgen que nos
conceda la docilidad de espíritu, indispensable para emprender resueltamente el
camino de la conversión.
A la hora del Ángelus en el segundo domingo de
Cuaresma, el Papa Francisco reflexionó sobre el relato de la transfiguración de
Jesús. Lo hizo desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaitcano "para
cumplir con las disposiciones de prevención de modo de evitar las pequeñas
multitudes de personas que pueden favorecer la transmisión del virus" como
él mismo explicó al iniciar la transmisión en directa streaming distribuida por
Vatican Media.
El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma -
inició el Papa - nos presenta la narración de la Transfiguración de Jesús.
Jesús, “toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y sube a un alto monte, símbolo
de la cercanía a Dios, para abrirlos a una comprensión más completa del
misterio de su persona, que deberá sufrir, morir y luego resucitar”.
Llamados a reconocer en Jesús al Hijo de
Dios
El Santo Padre explicó que los discípulos no podían
aceptar la perspectiva del sufrimiento, muerte y resurrección que esperaban al
Maestro. De hecho, Jesús les había hablado de ello antes del episodio del
monte. Y es por ese motivo que, al llegar a la cima del monte se transfiguró
ante los tres discípulos: «su rostro se puso brillante como el sol y sus
vestidos se volvieron blancos como la luz» (v. 2). A través del maravilloso
evento de la Transfiguración – dijo el Pontífice – los tres discípulos están
llamados a reconocer en Jesús al Hijo de Dios resplandeciente de gloria.
De este modo avanzan en el conocimiento de su Maestro,
dándose cuenta de que el aspecto humano no expresa toda su realidad; a sus ojos
se revela la dimensión sobrenatural y divina de Jesús.
La voz que resuena desde lo alto «Este es mi Hijo
amado … escúchenlo», del Padre celestial, “confirma la ‘investidura’ de
Jesús", señala el Papa, ya hecha el día de su bautismo en el Jordán. Es la
invitación a los discípulos “a escucharlo y seguirlo”.
Jesús elige a los discípulos en forma
libre e incondicional
El Pontífice subrayó el hecho de que en medio del
grupo de los Doce, Jesús elige llevar consigo al monte a Pedro, Santiago y
Juan, a quienes “reserva el privilegio de asistir a la Transfiguración”. No lo
hace porque son "más santos", afirmó. Puesto que "a la hora de la
prueba Pedro lo negará; y los dos hermanos Santiago y Juan pedirán ocupar el
primer lugar en su Reino".
Pero Jesús no elige según nuestros criterios, sino
según su plan de amor; el amor de Jesús no tiene medidas: ¡es amor! Y Él elige
con aquel plan de amor. Es una elección libre e incondicional, una iniciativa
libre, una amistad divina que no pide nada a cambio. Y así como llamó a esos
tres discípulos, también hoy llama a algunos a estar cerca de Él, para poder
ser testigos. Ser testigos de Jesús es un don que no hemos merecido: nos
sentimos inadecuados, pero no podemos echarnos atrás con la excusa de nuestra
incapacidad.
No olvidemos que somos testigos de
Jesús, es un don
Aunque “no hemos estado en el Monte Tabor” ni hemos
visto con nuestros ojos “el rostro de Jesús brillando como el sol”, el
pontífice recuerda, en este segundo domingo de Cuaresma, que sin embargo “a
nosotros también se nos ha dado la Palabra de salvación, se nos ha donado la fe
y hemos experimentado de diferentes maneras la alegría de encontrarnos con
Jesús”.
También a nosotros Jesús nos dice: "Levántense y
no tengan miedo" (Mt 17:7). En este mundo, marcado por el egoísmo y la
codicia, la luz de Dios se opaca por las preocupaciones de la vida cotidiana. A
menudo decimos: no tengo tiempo para rezar, no puedo hacer un servicio en la
parroquia, responder a las peticiones de los demás... Pero no debemos olvidar
que el Bautismo que recibimos nos hizo testigos, no por nuestra capacidad, sino
por el don del Espíritu.
En el tiempo propicio de la Cuaresma, - concluyó el
Papa - que la Virgen María nos obtenga esa docilidad al Espíritu que es
indispensable para emprender resueltamente el camino de la conversión.
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